jueves, 16 de febrero de 2012

El día en que se comenzó a hundir la CAM

Yo comencé siendo cliente de CajaAlicante. Abrieron una sucursal cerca de mi casa y toda la familia nos abrimos una cartilla. Y fuimos clientes durante años, años y años. Conocíamos a todos los empleados, ellos nos llamaban por nuestros nombres y nosotros por los suyos. Para sacar dinero nunca me pedían el carnet de identidad, porque sabían quién era.

Allí domicilié mi primera nómina y todas las que vineron después, y allí me dieron mi primer préstamo, 250.000 pesetas, para comprarme mi primer coche.

Después llegó la CAM. Se hicieron obras en la sucursal, cambiaron el logo, y las libretas, pero la gente seguía siendo la misma y nunca noté ninguna diferencia entre el antes y el después de la CAM.

Todo iba muy bien. Allí tenía mi dinerito y mi tarjeta y al final de año me daban unos intereses que me sabían a mucho, aunque realmente era muy poco lo que me daban.

Pero llegó un día en que las cosas fueron cambiando.

Primero fue la tarjeta, todos los años me cobraban por ella. Y ¿qué me contestaron? que eran las normas de VISA y que no se podían cambiar. Ese ya fue el primer punto negro.

Otro punto negro llegó cuando saqué dinero de un cajero que no era de la CAM ¡¡horror!! ¡si es de la RED 6000! ¡Sí me dijeron! ¡Pero no es de la CAM!

Aun así yo seguía siendo de la CAM al ciento por ciento, en ningún sitio me iban a tratar mejor que allí, en ninguna parte me iban a ofrecer mejores ventajas. 

Pedí mi primer préstamo hipotecario, y me lo concedieron. Otra vez orgullosa de ser de la CAM. Y allí pagué religiosamente mi cuota mensual, y el euríbor que subía y subía y que ni un euro me perdonaban. Hasta el último de ellos les devolví.

Y otro día llegó, y me cobraron 25€ por tener abierta una cuenta. No, yo no tenía una cuenta en la CAM, yo tenía MI CUENTA en la CAM. Mi cuenta en la CAM tenía casi casi la misma edad que yo ¿eso no era importante? ¡Pues no! ¡No para la CAM! Pero como en la sucursal me conocían de toda la vida me devolvieron la comisión y todo se quedó en un cabreo transitorio.

Y ya por fin llegó el día en que todo cambió para siempre. Cambió todo tanto que me pidieron el carnet de identidad para sacar dinero. Y eso ya dolió mucho, pero comprendí que el cajero no me conocía porque acababa de llegar a la CAM.

Y fui otro día a la CAM y haciendo cola una señorita muy mona y muy joven se me acercó muy amablemente y me dijo que las operaciones de menos de 300 € se tenían que hacer en el cajero. Que ¿qué????? Esa era mi caja, mi caja de siempre, la de toda la vida, la única para mí, y no me iban a dar el dinero por ventanilla????? Que el cajero era más rápido, que era mejor, que tal y que tal, y que al cajero por "cojones". Y al cajero me fui, y ya nunca más volví a ver la cara del señor de la caja porque nunca quiso atenderme.

Y allí me cogí un cabreo de tres pares de narices, pero yo seguía siendo de la CAM y seguí cobrando mi nómina en la CAM y en la CAM tenía mi préstamo hipotecario, y la CAM como prestación me mandaba al cajero, me cobraba la tarjeta, me cobraba si sacaba dinero de un cajero que no fuera de la CAM, y suma y sigue.

En fin, que me fui de la CAM, y puedo decir que me fui muy a gustito. No me dio ninguna pena decir adiós a la que había sido mi caja de toda la vida, porque se había portado tan mal conmigo que irme  supuso para mí una liberación y un alivio.

Desde entonces nunca he hablado bien de ella a nadie. Mi introducción a una conversación donde se habla de la CAM es ¿pero cómo puedes estar en la CAM? ¡¡Con lo mal que te atienden!!

Ahora la CAM está tocada y hundida, pero para mí comenzó a hundirse el día en que dejaron de tratar a sus clientes como clientes, el día en que dejaron de conocerles, el día en que se gastaron dinero para decirles que ya no les iban a atender en ventanilla.

Para mí ese día se comenzó a hundir la CAM.


martes, 14 de febrero de 2012

El mercado laboral del que nadie habla

Una vez más es como siempre: reformar el mercado laboral es abaratar el despido. Eso no es una reforma, es un retroceso, un atraco, y una muestra más de lo que aquí se quiere no es fomentar la contratación, sino contratar a un trabajador, explotarle hasta los tuétanos, pagarle cuatro duros y después con una patada en el trasero, echarlo a la calle. Nunca he entendido por qué se fomenta la contratación abaratando el despido ¿será que los empresarios no contratan a nadie porque les da miedo no tener dinero después para despedirlos?

Siempre se habla de la rigidez del mercado laboral español, pero siempre se habla de ella en el mismo sentido: lo caro que supone despedir a un trabajador. Nadie habla nunca que ese trabajador ejerce de licenciado en económicas y cobra un sueldo de auxiliar administrativo, nadie dice nunca que ese trabajador tiene un contrato de 40 horas semanales (si es afortunado) y trabaja 60. Y, por supuesto, nunca nunca nunca se habla de ese trabajador de más de 40 años que si es despedido no lo contratan en ninguna parte por viejo. De esa rigidez en el cerebro de los empresarios españoles no se habla nunca. Váyase usted a la calle con 40 años, una carrera, un máster y 500 horas lectivas de cursos de formación, y no encontrará trabajo ni para limpiar urinarios.

Así que si quieren flexibilizar el mercado laboral, que se flexibilice todo: la facilidad para despedir, y la facilidad para contratar, la facilidad para recibir un buen sueldo y un buen horario de trabajo, la facilidad para encontrar un nuevo trabajo a cualquier edad. De esas facilidades nunca se acuerda nadie cuando se reforma el mercado laboral, solo se habla de abaratar el despido.

Por lo tanto, ¿qué ocurre ahora? Pues ahora ocurre que la mayoría de los españoles que trabajamos, trabajamos en un puesto para el que estamos sobreformados, cobrando un sueldo menor del que nos corresponde, trabajando más horas de las que indica nuestro contrato, y seguramente, poniendo nuestro coche al servicio de la empresa con el consiguiente gasto de taller y gasolina. Y todo ello para que el año en que esa querida empresa a la que hemos dado tanto, enlace tres trimestres de pérdidas, nos ponga de patitas en la calle con la "muy merecida indemnización" de 20 días por año con un máximo de 12 mensualidades.

Me reiría de todo ésto, si no tuviera tantas ganas de llorar.


jueves, 12 de marzo de 2009

martes, 19 de febrero de 2008

Diario de una madre desde La Fé

Hoy escribo. Soy capaz de hacerlo. Quizás mañana ya no pueda porque no tenga fuerzas para hacerlo. Hoy no tengo demasiadas, pero aun así lo hago.

Mañana es el gran día. No es que vaya a ser un día grande, sino más bien el peor de mi vida. Y no estoy preparada. No estoy fuerte. No estoy dispuesta. Todavía sigo llorando sin motivo. De repente, las lágrimas brotan. Yo intento ser fuerte. Lo intento con todas mis fuerzas, pero no lo consigo. Siempre he sido de lágrima fácil, es un recuerdo de mi estancia en Madrid. Allí un día me puse a llorar y desde entonces no he parado. Lloro siempre. Lloré cuando Javier me dijo que me quería. Lloré cuando me llamó Begoña el día de mi boda. Lloré cuando nacieron mis niños. Lloro y lloro sin motivo. Ahora que tengo motivos es cuando más lloro.

Hoy hemos llegado a Valencia. He dejado a Nuria con mi madre y nos hemos ido a Valencia. El Expo Hotel Valencia, en el mismo Nuevo Centro, habitación 808. He pedido no fumador pero no me han hecho mucho caso. A las 13:00 al banco de sangre. Javier ha llorado. Siempre llora cuando ve una aguja, pero se ha portado muy bien. Después a Nuevo Centro. Había una exposición de maquetas de barcos. Los que más gustan son los de guerra. Es curioso. Nadie quiere la guerra, pero es lo que más nos gusta. De pequeña me gustaban las películas de guerra. ¡Puf! Aún recuerdo la seria IKE o la películas “El día más largo” A los niños les encanta la guerra. De adulto ya es otra cosa.

Hemos dado unas vueltas por ahí. Javier iba trotando como un potrillo. Estaba contento y nervioso. No ha dejado de estar nervioso ni un solo momento. Anoche mismo se despertó de madrugada y llamó a su padre. Su padre se levantó y fue a verle. A los dos minutos volvió en él en brazos. No se podía dormir. Entre Javier y yo se tumbó y se quedó dormido. Cerca de nosotros se siente seguro. Somos sus padres. ¿Dónde va a estar mejor que con nosotros? De niños somos más listos que de adultos. De niños sabemos cuál es el mejor lugar del mundo. De adultos lo olvidamos hasta que la vida nos convierte en padres y es entonces cuando volvemos a desear ser hijos y no tener más problemas que Juanita no me ajunte o tener que hacer ese examen de matemáticas.

Dando vueltas y viendo barcos se ha hecho la hora de comer. Hemos acabado en Panito: ensalada, baguete y café. Durante la comida me ha llamado Isel. La buena y dulce Isel. Para que luego digan que en Internet solo hay porno. No todo es sucio. Navegando en la red puedes encontrar oro puro, y oro puro he tenido la suerte de encontrar. Después de comer al hotel a descansar un poco. Javier tenía sueño, aunque yo sabía de sobra que no iba a dormir. Quería jugar no dormir. Juega hijo. Juega hasta reventar. Juega y ríe que tu risa es mi fuerza y mi debilidad. ¿Qué no haría yo por tu risa? Ando en este mar de desesperación buscando tu sonrisa. No la pierdas nunca. Nunca dejes de reír. Tu risa suena en mi cabeza aun cuando duermes, y cuando duermes y sueño con ella. Y en mi despertar solo deseo oir tu risa. Si no oigo tu risa vivo dormida. En el hotel te reías. Saltabas de cama en cama y te reías. Volvías a saltar y te volvías a reir. Risas entre cama y cama. Ojala el mundo fuese esa habitación llena de risas y ojala nunca tuvieramos que salir de ella. Mas llegó la hora de salir y salimos los tres. Y los tres anduvimos por el largo pasillo y cogimos el ascensor y los tres anduvimos por la calle. Tu trotando. Yo seguía tu trotar con la mirada. Y llegamos al hospital y tras esperar y esperar nos dieron una cama, una de las 1337 que tiene La Fé. La cama uno de la uno. Todo unos. Son habitaciones de 3 camas. En una está el niño Adrián y su mamá Elena. Adrián tiene tres años y tiene convulsiones. Niños, niños. ¡Qué sustos dais a vuestras madres! No nos hacéis más que sufrir y sufrir. Menos mal que todo se olvida.

Javier ha cenado bien y está contento. Le gusta la gente, hablar con la gente. Dice que le van a operar de la vejiga. Mi ángel divino. Se ha hecho tan mayor en tan poco tiempo. El está viviendo una aventura. Yo vivo una pesadilla.
Ahora duermes, hijo mío. Duerme y descansa que una dura batalla te espera. Solo espero estar ahí para ver cómo vences a la adversidad y te recuperas y recuperas tu sonrisa. Pienso en lo que me espera y lloro, no para de llorar, lloro y lloro. ¿Acaso podré parar algún día?

Alejo mis malos pensamientos como puedo. Pienso en ti, pienso mucho en ti. Pensar en ti me relaja. Son mis fantasias, son mis cuentos y son mi evasión. Fantaseo contigo. A veces quiero escribirlo o reflejarlo en poemas o en frases enredadas con palabras llanas pero de mensaje indescifrable. Así como tú haces con tus pensamientos. Pienso mucho en ti, hablo mucho contigo, comparto mucho contigo, pero no es porque te quiera o porque te ame, es porque me relaja, me entretiene, me divierte. Te metiste un día en mi cabeza y me gusta que estés en ella. Me ayudas en mi día a día. Me estimula que leas mis mensajes. No están encriptados, nada ocultan, pero me gusta que los leas. Si tuviese que volver a escribirte una carta te lo diría, esta vez te diría muchas cosas porque desde aquel día que nos vimos he vivido muchas cosas que me gustaría compartir conmigo. Otra vez pensar en ti me evade de mis pensamientos.

Quiero ser fuerte y no llorar. Javier ahora duerme plácidamente y oigo su respiración. Me da miedo preguntarme dónde dormirás mañana. Adonde vas mañana, hijo mío, no me dejan ir contigo. Mañana, te tengo que dejar en manos de los médicos. Mañana te entrego a los médicos para que estirpen tu mal, y rezo con todas mis fuerzas para que no se equivoquen y que te me devuelvan con tu sonrisa y sin tu mal.

Yo quisiera ir contigo, estar a tu lado en todo momento, cogerte la mano, darte todos los besos del mundo, pero es que mañana no voy a poder, y eso me asusta terriblemente, me asusta muchísimo, me asusta tanto, tanto, tanto. No sé si voy a poder resistirlo, no sé si voy a poder. ¡Qué vida ésta! No sé si voy a poder estar. Yo pido, yo imploro fortaleza. Por mis venas debe correr la sangre de alguna mujer fuerte ¡Cuánto necesito yo de esa sangre! Creo que se perdió en alguna generación y quizás no haya llegado a mí.

Ahora debo dormir y dormir no más. Mañana haré lo que pueda. No voy a estar sola. No. Pero no voy a estar con quien yo quiero. Que pronto me venza el sueño y que pronto volvamos riendo a casa, hijo mío.

viernes, 1 de junio de 2007

El extraño y atractivo mundo de Viggo Mortensen


Artículo publicado en la revista Esquire en su edición de marzo del 2006.


Escrito por Amy Wallace



Come animales atropellados, habla danés.


Además, Viggo Mortensen no tiene teléfono móvil, detesta llevar zapatos, escribe poemas y miente a los entrevistadores.¡Oh! Y es un Americano.


Viggo Mortensen escucha mucho la radio AM. El actor de cuarenta y siete años no disfruta con este hobby, exactamente. Pero si el veneno que escupen las charlas de los atletas conservadores es lo que escuchan diez de millones de americanos, él se imagina que debe escucharlo también. Le gusta sólamente oir lo que están diciendo.


Lo que se estaba diciendo al final del pasado verano, sin embargo, le resultaba difícil de aceptar. En la agonía de Agosto, Cindy Sheehan había aparcado su caravana en una carretera calurosa y polvorienta a las afueras de Crawford, Texas, no lejos del recinto de la familia de George W. Bush. La madre de California y el ministro anterior querían hablar con el Presidente sobre su hijo, Casey, soldado muerto en Iraq. Así que ella acampó en el camino por el que tendría que pasar el cortejo de Bush y juró esperarle ahí fuera.


A Viggo (pronunciado Vii-go, pronunciado en inglés, se entiende, porque ya sabéis que en castellano se escribe como se pronuncia), le pareció Sheehan la clase de persona que él admira: sincera, valerosa, dispuesta a cuestionar a la Autoridad. Pero en el dial de AM, la estaban despellejando. Sean Hannity la tachó de loca, de paria de su propia familia, de mala madre. Bill O'Reilly la llamó “una radical a la que no le gusta su país.”


Viggo tiene un credo que practica: "Ve a verlo tú mismo si puedes". Se preparó una bolsa, y voló de Los Ángeles a Dallas, alquiló un coche, y condujo noventa millas a Crawford. Fue solo y sin avisar y, como hace casi siempre que va a conocer a alguien llevó regalos apropiados: verduras frescas, algunas botellas de agua, y una copia de “Rebelión en la granja” de George Orwell.


Puede ser que pienses que el alma de Sheehan habría levitado por la visita de Mortensen – sus expresivos ojos azules, el hoyuelo de su barbilla cuadrada como el extremo de una viga de 2 por 4, su percha sin un gramo de grasa. Sin embargo, ella palideció.


“Era extraño para ella,” Viggo dice ahora, recordando su cara afectada. Solamente más tarde supo qué le había impresionado. Una de las últimas cosas que Cindy y su hijo habían hecho juntos era ir a ver “El retorno del rey”, la última película de la trilogía de “El señor de los anillos”, que convirtió a Mortensen de un jugador de apoyo en una estrella importante. Así que cuando vio a Viggo acercándose a ella, por un momento ella vio sólamente al Señor Aragorn, heredero exiliado al trono de Gondor. Y en que el mismo momento, ella sintió la presencia de su hijo muerto.


“No tenía ni idea,” dice Viggo “yo sólo quería hablar con ella, ver lo que ella tenía que decir” Además, agrega, “Supuse que Bush no iba a salir en algún momento cercano, así que probablemente podría leer algo”.


Viggo entra por la puerta delantera del más veterano pub irlandés de Los Angeles, hacia las 11:30 de la mañana, llevando una camisa descolorida a rayas azules y blancas y unos absurdos pantalones grises que llevaría un fontanero para desatascar un desagüe. A su desgastada chaqueta verde ha puesto una insignia de la bandera americana y un parche azul y blanco de las Naciones Unidas del tamaño de una ciruela.


Cuando alabo el parche, Viggo urga en su bolsillo y me da uno. Después señala y declara sílaba a sílaba: Na-cio-nes-U-ni-das. Ríe nerviosamente –una risa asombrosamente tonta que suena más a Beavis y Butt-head (equivalente en España, ¿chiquito de la calzada?) que a un hombre importante – y añade, “Creo que es una buena idea”.


Desde 1936, la taberna de Tom Bergins ha sido el tipo de lugar amigable y desgastado que huele como a cerveza amarga, incluso ahora, antes del almuerzo. Cartones con tréboles verdes pegados a las paredes, cada una relacionado con un asíduo. Consigues patatas fritas con pescado y hay Guinness disponible. Viggo pide ambas muy bajito, y el camarero y yo nos arrimamos para oírle.


Ha venido cargando con un portátil, que inmediatamente le avergüenza. El es algo así como Luddite. Le gusta ir descalzo, incluso a veces en las lujosas funciones de Hollywood. Hasta hace poco, cuando comenzó a ver fútbol, la única television que había en su casa de Venice, California, la usaba para ver películas. No lleva móvil.


“Me han tachado de salvaje sin móvil”, dice sin rencor. Pero hoy tiene algo que enseñarme: pruebas de varios libros que pronto publicará Perceval Press, una pequeña empresa que posee. Abre de un tirón su PowerBook G4, se encoge de hombros y dice “Cualquiera puede ser captado”


El comentario es irónico, considerando que en los últimos cuatro años, desde que su interpretación de Aragorn transformó la carrera de Viggo, él sólmante ha hecho tres películas: Hidalgo, History of Violencia y Alatriste. Esta última película, por cierto, está grabada en español, una de los cuatro idiomas que Viggo habla. El también habla bien francés y danés.


¿Una película extranjera, Viggo? ¿Ahora?

Si estuviera interesado en ser lo más famoso posible y en ganar el máximo dinero posible, entonces supongo que habría hecho cosas diferentes, dice dando un sorbo a su cerveza "Si realmente quería hacer heno, ahora sería el momento de hacerlo. Pero me doy cuenta de que estoy demasiado ocupado para hacerlo.


Durante varias horas, y más tarde en una serie de conversariones de voz y correos electrónicos, Mortensen repetirá este refran: La escasez de tiempo, el reto de encajar cada cosa. Antes de ser actor, fue un poeta publicado, y todavía lleva un bloc dondequiera que va "excepto cuando se lo robaron". También pinta y hace fotografías, muchas de las cuales han sido expuestas en galerias de los alrededores de Los Angeles. Y además, están los CD de música y de recitacioles que el actor crea en colaboración con el muchacho que él describe como su mejor amigo - su hijo de 18 años- y Buckethead, el solitario y vanguardista guitarrista que recientemente estuvo de gira con una efímera encarnación de Guns n'Roses del siglo XXI.


En una extraña entrevista telefónica que accede a hacer solo porque "por Viggo, haría cualquier cosa", Buckethead describe su colaboración en el estudio de grabación como un contínuo intercambio de sin-palabras. "¿Sabes cuándo juegan los niños? Ellos solo están jugando, ellos realmente no tienen que hablar. Es algo así, supongo. Se siente uno bien. No te sientes complicado ni extraño. No hay sitio para el ego", dice Buckethad, que están tan mortificado por las perpectivas de fama que lleva un cubo del Kentucky Fried Chicken en su cabeza, donde quiera que toca. Pero a Viggo, dice, la fama no le ha cambiado.


"El nunca es diferente", dice el guitarrista. Hay un largo silencio. "No parece pertenecer a este tiempo"

Era un hombre mucho antes de ser una estrella. Viggo ha trabajado en mudanzas, vendido flores en la calle, incluso trabajó en una planta de fertilizantes. Y ha vivido a lo largo y ancho de este mundo. Nació en Manhatan, pero su madre americana y su padre danés se mudaron con la familia a Sudamérica cuando el era todavía un bebé. Desde entonces ha vivido en Venezuela, Argentina, Dinamarca, Los Angeles, y al norte del estado de Nueva York. "Me siento como en casa en muchas partes", dice.


Su cara apareció por primera vez en la gran pantalla en 1985, cuando hizo de granjero Amish en el clásico de Peter Weir "Único testigo". Seis años más tarde, Sean Penn le eligió para hacer del irresistible y terrorífico veterano del Vietnam en "The Indian Runner", el debut de Penn como director. Un crítico dijo de Mortensen parecía un satánico San Shepard (no sé quién es) y le llamó el papel que hace una carrera (el papel de su vida, vamos).


No sería la primera vez en la que se dijera que Viggo había llegado, pero no llegó. En 1992, en un poema llamado Edit, describió la impotencia que tenía, a veces, por ser actor. "Actuar", escribió, "es un trabajo que completan por tí otros en habitaciones sin ventanas... El hombre que fuiste durante una corta época se poda, se lleva, a un bien cuidado cementerio que huele a palomitas" (joer, esa cita viene en el refugio del celuloide.. no sabía ni que fuera suya)". Durante años, tuvo que pelear por buenos papeles. Aceptó muchos malos, también - estuvo en Leatherface, Texas Chainsaw Massacre III)- sólo por trabajar en algo. No porque lo complaciera.


"La mayoría de los actores no pueden ganarse la vida", dice, "Yo he sido afortunado de ganarme bien la vida los últimos cuatro años, y además algunos años antes, me había ganado la vida más o menos. A veces lo hacía por dinero. Pero por éso, encontraba trabajo. He sido realmente afortunado en ese sentido"


Fue Henry Mortensen el que convenció a su padre para que aceptara el papel de Aragorn. Viggo no había leído nunca los libros de JRR Tolkien. Henry sí. "Hazlo, papá", dijo. Y así fue.


La madre de Henry es Exene Cervenka, un icono del punk-rock y cantante líder de X, una de las bandas más influenciente que salieron de Los Angeles en los años 80. Ella conoció a Viggo en el set de una película de clase B llamada Salvation y se casó con él en 1987. Henry Blake Mortensen nació un año después. La pareja está ahora divorciada, pero siguen siendo amigos y criaron juntos a su hijo.


A Viggo le gusta presumir del refinado gusto cinematográfico de Henry. Cuando el chico era un niño le insistió en ir al cine para ver Bailando con lobos, estuvo sentado embelesado en el regazo de su padre durante tres horas. Al salir del cine en Santa Monica, Viggo le preguntó qué pensaba “No creo que Pawnee fuese malo del todo” dijo Henry pensativo. Entonces, echó su cabeza hacia atrás y aulló como un lobo. Cuando Henry tenía 10 años, su padre lo llevo a ver Titanic el día del estreno. Se sentaron, como siempre hacen, justo en medio de la primera fila. Cuando la película acabó, Henry se volvió hacia Viggo y le dijo “¿Sabes?, esta película debería haber tratado del barco y no sobre esa gente estúpida”.

Alrededor de un año mas tarde, padre e hijo hicieron juntos un viaje por carretera, desde Nueva York a Los Angeles. Viggo dejó que Henry eligiera la ruta, y cuando el muchacho habia marcado en el plano todos los amigos a los que quería ver, el mapa estaba cubierto de zigzags.


“En lugar de 3000 millas, fueron unas 14000 millas” Viggo dijo acerca del resultado del viaje, recalcando que Henry le pidio ir a Menfis, Chicago, Boston y Seattle en ese orden. “Yo le miraba y pensaba Joder, hagámoslo. Porque ¿cuando tendremos otra ocasión?


Cada semana en Beyonde Barroque, un centro artístico-literario, no muy lejos de la casa de Viggo, hay un recital de poesía. Viggo ha recitado allí. También su ex-mujer Exene. Una tarde de este invierno, sin embargo, era su hijo el que iba a leer por primera vez. La madre de Henry esta ahí, sentada una fila detrás. Pero su padre no asiste.


A las 5:07pm, Henry sube hasta el micrófono. Mide 6’2 pies, tres pulgadas mas que su padre, y su complexión es robusta. Es rubio, pero se lo ha teñido de negro por un acto escolar. No se parece mucho a su padre, pero cuando lee – su primer poema: Preguntas sobre la necesidad de las fronteras nacionales (questions the necessity of national borders); el segundo se titula “El Nuevo Producto Revolucionario: Yanqui, vete a casa!!” (The Revolutionary New Product: Yankee Go Home!) – su dulce voz y su seco sentido del humor son como los de Viggo. Cuando Henry comienza a leer su tercer poema, éste sobre el amor no correspondido, Viggo está corriendo desde el aeropuerto, acaba de regresar de un acto de la promoción de Una Historia de Violencia.


Veinte minutos más tarde, Henry termina su recital, el actor aparca su coche en el bordillo y sale de su coche. Inmediantemente, le rodean buscadores de autógrafos, uno de ellos le informa: “Te lo has perdido”. Entonces le plantó la pluma delante de su cara.


Mortensen es conocido en Hollywood como una extraña estrella, que trabajará complacientemente durante meses para apoyar una película, viajando alrededor del país y del mundo concediendo entrevistas y apareciendo en actos publicos. Incluso sin recibir dinero extra por ello, ha doblado algunas de sus películas al español, al francés –un servicio, dice, a sus admiradoras. “Tengo una trabajo ético”, dice “Si digo que voy a hacer algo, lo hago”. Pero cuando ello interfirió en su vida con Henry, le agobió.


Esa noche, en Venice, el actor se encontró con su hijo y se lo llevo a cenar para celebrarlo. Henry le dio un recital privado. Pero días mas tarde, Viggo todavía está roto por ello.

“Me mata aquello que no hice”, me dice por teléfono una noche. Estaba llamando desde la habitación de un hotel en la ciudad de Nueva York, a donde había volado para otro evento de Una Historia de Violencia. Era despues de la media noche, pero sonaba atormentado.

Para meterse en la piel de sus personajes, Mortensen ha hecho cosas casi dantescas. Su acercamiento al papel parecía estar en el borde de lo patológico. En el set de El señor de los anillos, durmió durante semanas con su ropa, a menudo por fuera. Cuando se rompió un diente en una escena de batalla, el pidió superglue. Cuando su coche atropelló a un conejo, lo desholló, lo asó y se lo comió.


"Todo está conectado en el origen", dice, "en lo que es real". ¿Por qué Viggo se opuso tan vehemente cuando el departamento de marketing de New Line Cinema retocó su foto del cartel inicial de promoción para Una Historia de Violencia?. Quitaron la cicatriz que tiene en el labio superior, resultado de un enredo de borracho con alambre de espino cuando tenía 17 años. Le quitaron sus arrugas.


“Llega a ser un clásica cuestión de Viggo. Estaba realmente preocupado”, Cronenberg recalca, recordando cómo los carteles fueron rápidamente cambiados para reflejar la realidad. “No tiene miedo de lo que es”.


“La fama le llegó a Viggo un poco tarde” dice Mike Davis, un profesor de Historia de la Universidad de California en Irvine y un buen amigo de Mortensen. Se conocieron fuera del resplandor de Hollywood, cuando Davis escribió dos libros para niños para Perceval Press. “Estar bien considerado pero no famoso durante tanto tiempo le ha inmunizado”.


Pero desde entonces, El señor de los anillos, la devoción de las admiradoras por Viggo –muchas de ellas mujeres- le han hecho subir una posición. A David le da un poco de miedo.


“Parece que hay un tipo: mujeres atractivas de veintimuchos o de trenta y pocos que llegan y le dicen cosas como que han descubierto una puerta a las estrellas” dice David recordando un recital en una librería de Santa Mónica donde Viggo fue acosado por “admiradoras en el Día de la Langosta de Nathanael West” Desde entonces, creo que el fin último de la fama es matar y devorar a la deidad famosa. Yo me quería esconder. El ni se inmutó.


Característico, Viggo elige ver las ventajas de los páginas Web –Viggophile.net, por ejemplo- que menciona su “lindo trasero” y se declaran como una de ellas hace “la casa de todas las cosas Viggoliciosas”. En parte, dice, es esta fama la que centra la atención en cosas que le preocupan. Puede ayudarte a hacer una película o aumentar las ventas de sus libros, que sucesivamente ayudan a financiar libros de otros autores a los que admira. En raras ocasiones, se puede destacar un punto de vista que otros han intentado silenciar.


Con ese fin, dedicó su último CD, Intelligence Failure, a Cindy Sheehan, cuya voz está entre muchas (incluyendo la de Bush, Condoleezza Rice, Dick Cheney, y, por supuesto, la de Henry) que se ensamblan juntas en una crítica a la guerra de Iraq. Sheehan no la había oído todavía, pero dijo que se sentía “honrada y abrumada” por ser incluída.


Localicé a Sheehan a mediados de diciembre, casi dos años depués de que ella y su hijo vieran “El retorno del Rey” el día de Navidad del 2003. “Fue una sorpresa”, dijo de la visita de Viggo a Camp Casey. “Muy poca gente como Viggo se acercó. La mayoría eran americanos de a pie”


Sheehan recalcó, como hace Mortensen, que el apoyo de la gente normal es más importante que el de la estrellas de cine. Todavía, que el actor “venga y me diga: Gracias y sigue con tu buen hacer”- me ayuda a continuar. Eso es seguro.” dice.


Fue un corto encuentro: hablaron durante unos 20 minutos, sólamente. Entonces, Viggo tuvo que irse, explicándome que tenía que coger un avión de vuelta a California ese mismo día. Sheehan remarcó que se quedó de piedra por la razón que le dió: “El dijo que tenía que ir a recoger a su hijo a la escuela”.


Viggo y yo estamos hablando de sexo.


Le pregunté sobre su convicente escena de amor con Maria Bello en Una Historia de Violencia. En la escena, una discursión entre marido y mujer se transforma de repente en sexo brusco y con magulladuras en las escaleras de su bucólica granja. Algunos la han descrito como una violación, una sugerencia que provoca una mueca de dolor tanto en Mortensen como en Cronenberg. Desde que Julie Christie y Donald Sutherland se fueron a la cama en el thiller de los años 70 “No mires ahora” el sexo entre casados no parecía tan complicado, tan apremiante y tan real.


Pregúntale a cualquier mujer que le gusten las películas de amor que te nombre las escenas más sexis y, después de repasar las antiguas típicas–Dennis Quaid tirándose a Ellen Barkin en “The Big Easy”, Kevin Costner pintando las uñas de los pies a Susan Sarandon en “Bull Durham”- es muy probable que ella mencione su copia desgastada de la independiente de 1990 “A walk on the Moon”. En ella, Mortensen hace de un hippy que agita el tradicional mundo de Diane Lane, y cuando el la seduce bajo una cascada de agua, con cuidado pero con persistencia transforma su reticencia en hambre. Tan caliente como el infierno.

Viggo dice que la escena de Una Historia de Violancia transciende porque va mas allá de lo físico. Va de una (lucha, juego) jockeying por la posición. Todas las relaciones lo son. Incluso cuando les va bien.

Es irresistible, despues de un comentario así, intentar cambiar al tema de la vida amorosa de Viggo. “Yo no hablo de mi propia mierda”, dice “Cuando salgo de mi camino para abrirme, despues me arrepiento jodidamente”

Lo más cerca a lo que puede llegar en este tema es a esto:

Yo: Hemos hablado de mujeres porque eres uno de los hombres vivos más sexis

El: Entonces, ¿hay muchos hombres muertos más sexis?

Yo: Sí, muchas veces te superan hombre muertos. ¿Cómo éso afecta a tus relaciones?

El: No mucho.


Lo intento otra vez: ¿Cómo es eso de ser la fantasía de cada mujer? “A algunas personas les gustaría” “Genial! Esa es la mitad de la razón por la me metí en ésto” Pero para mí, no es muy excitante. Es como si alguien te mira pero no está viendo quién eres en otros aspectos. Eres una posesión que quieren tener”.


Impaciente por cambiar de tema, me pasa el PowerBook (el portátil) y me invita a leer el asunto sobre su último perro que pronto se publicará en Linger, una colección de sus escritos y fotografías. “Carta a Brigit” va sobre su melancólico viaje en coche el pasado verano para entregar el cuerpo congelado de su chucho de 15 años al crematorio del Valle de San Fernando. Después de recuperar a Brigit del veterinario donde había sido sacrificada, se dirigió al norte por la 405, con ella embalada y sellada en una bolsa de plástico azul en el asiento trasero. Estaba llorando. De repente, el tira y afloja de la hora punta del tráfico le obligó a dar un frenazo, enviando a Brigit al suelo. El acercó el coche a una parada en el arcén y, por primera vez, miró dentro de la bolsa.


“Le habíamos quitado el collar” escribía “Sabía que Henry lo llevaba con dos vueltas en su muñeca como una pulsera” Pero ese perro tenía collar, vió.

Este perro no era Brigit


Miré sobre la pantalla del ordenador, esperando ver pena en su cara, o al menos, una expresión seria. Sin embargo, él estaba sonriendo absurdamente. “Era triste” dijo “Pero era divertido”


De vuelta al 2004, bajo el titular “La política del actor mancha el anillo” el conservador crítico de cine Michael Medved atacó a Viggo en el periódico “USA Today”, metiéndose con él por su “pavoneo pacifista”. Viggo se defendió, aclarando que el habia hablado del significado político de El Señor de los Anillos sólamente después de que Richard Corliss de la revista Time sugiriera –erróneamente, sintió Viggo- que La Comunidad fuera como “las democracias occidentales ahora asediadas por la facción lunática del fundamentalismo Islámico”


Volviendo a la tasca de Tom Bergin, hablamos de patriotismo. Señaló la insignia de la bandera americana en su solapa. Cuando fue a conocer a Sheehan, dijo, se detuvo en uno de las muchas tiendas de Crawford devotas de “Bush y de todas las cosas de Bush” Allí fue donde vio un enorme cartón con una docena de insignias de banderas. Compró una de cada.


“Descubrí que cualquiera puede llevar una de estas cosas” dijo simulando sorpresa y entregándome todavía otro regalo.


"¿Está intentando devolver algunos de los símbolos americanos que los conservadores han demandado?" Cabecea.


Pero durante las seis semanas siguientes, modificará y recompondrá sus pensamientos sobre la bandera y su significado.


“Ironías aparte” me escribe en un punto “una de las más efectivas herramientas que la junta Cheney-Bush han utilizado para marginar a los que discrepan, incluso por así decirlo suavemente inquisitar a los ciudadanos americanos ha sido acusarles de no ser patriotas. Decir que tu eres un patriota no te hace serlo; llevar una bandera por si mismo no significa nada en absoluto.”


Más tarde, me llama para aclarar: “Lo importante es cómo somos, qué decimos y hacemos – no lo que llevamos."


Pero mi explicación favorita vino en forma de mensaje de voz.


“Hey, soy Viggo. Estoy en la carretera, como siempre”, dice a mi contestador automático. Suena cansado. “Dices algo sobre devolver (la bandera). Y no lo veo como una devolución. Siempre ha sido así. Pero la manera en la que ha sido usada simbólicamente es lo que te hace estar con nosotros o contra nosostros. No hay medias tintas. Parece ondear en la cara de lo que el país supuestamente es”


Suspira “Así que tienes razón”, concluye “Pero no lo pondría de esa manera”


"¿Tenemos tiempo para una cerveza?" pregunta Viggo. Hemos comido, hablado, a medio camino fuera de la puerta de la taberna. Pregunta al camarero por la hora 3:45 pm, Henry llegará pronto a casa. Una cerveza duraría demasiado.


Pide dos chupitos de Jameson, uno para cada uno. “No tienes que acabarlo”, dice suavemente.


Fuera en el parking, se para delante de su furgoneta – una pickup negra que le ha prestado uno de sus hermanos – para recuperar su regalo final: una pulsera roja de goma en memoria de los caídos. Me la entrega en mano, y se despide.


Yo estoy justo detrás de él, esperando al semáforo, entonces sale del coche y me hace señas para que baje la ventanilla. Hay algo interesante en la radio, dice, apremiándome para que la encienda. Puedo oírla por sus altavoces. Es AM y la está escuchando alta.


miércoles, 7 de febrero de 2007

Una extra en Teresa de Ray Loriga: Historia de una monja pobre

Así llamé en su día al relato que cuenta mis aventuras y desventuras como extra en la película Teresa El cuerpo de Cristo.

Este es el enlace que allí lleva: http://docs.google.com/View?docid=dgsv3vd8_15qjrgk9&revision=_published